18 años y ya en el Opus Dei. Un día caminando por la universidad me encontré un amigo con el que hacía tiempo que no hablaba y le conté que ahora era miembro de "la obra de dios". Él me miró escéptico y me dijo: "Pero yo sé que usted es como yo". Yo, con mucho miedo de lo que quisiera decir, y poniendo cara de no haber entendido le dije: "¿Como usted?" Él se dio cuenta de que yo no quería hablar del tema y se fue. Yo sabía a qué se refería, a que éramos maricas, y cómo un marica podía estar metido en el opus. La decisión la había tomado pensado que ser numerario era una "llamada de dios" -lo de la llamada de dios, o vocación, lo oye uno desde el primer contacto que tiene con el opus y sus actividades. Así que no se les haga raro que me haya sentido "llamado". Al final nadie llama, ni hay iluminaciones sobrenaturales. Simplemente uno se convence de la bondad de vivir de esa manera. Y en el fondo fondo, por lo menos en el caso de los que ...
13 años. Pelo decolorado. En medio de una conversación con una compañera a las 6.30 a.m. antes de entrar al colegio. Ella nota que tengo el pelo rojizo: "¿Usted se pintó el pelo?". Se ríe, me señala y le dice a otros que estaban cerca: "¡Se pintó el pelo!" Sigue señalando y riéndose. A los pocos segundos ya medio curso estaba rodeándonos y mirándome. Lo que siguió de ahí en adelante fueron tres meses de burlas en el colegio, grandes sermones en mi casa (¡quién me había metido en la cabeza que un hombre hacía eso!), estar escondiendo mi cabeza de mi numerosa familia (para que no vieran la desvergüenza cometida) y explicaciones bobas de mi parte ("usé sin saber un shampoo que decolora el pelo"). No lo había hecho ni por accidente ni por rebelarme ante la sociedad machista nortesantandereana. Simplemente me gustaba la idea de tener el pelo claro y queriendo apenas aclararlo un poco, terminé con el pelo rojo. Y eso solo, cambiar un color, me sirvió p...
En la vida real nunca digo groserías. Ni hablo articuladamente. Pero bueno... la escritura permite hacer a un lado las propias taras, por lo menos mientras se escribe. He pensado en esta serie de posts como un grupo de confesiones. Nada de drama ni de exaltaciones agustinianas. Simplemente intento replicar una idea de Dan Harmon sobre la utilidad de ser transparente (una especie de terapia para lidiar con todas las cagadas que uno hace). Lo primero de lo que quería hablar es sobre la cobardía (bueno... de mí cobardía). 38 años. Encerrado en un baño a la medianoche. Dos bolivianos borrachos golpean a la puerta del baño molestos porque los he echado a la calle. Decido no enfrentarlos y esperar. Después de un rato llega mi compañera de apartamento y los borrachos amablemente le hacen caso y se van. Al final no pasó nada. O lo único que pasó fue que durante el encierro tuve tiempo de sentirme cobarde y pensar un poco en el miedo hacia las agresiones físicas. La excusa con la qu...
Excellent contraste! Love the shadow game! Well done Indalecio! Bravo!
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