18 años y ya en el Opus Dei. Un día caminando por la universidad me encontré un amigo con el que hacía tiempo que no hablaba y le conté que ahora era miembro de "la obra de dios". Él me miró escéptico y me dijo: "Pero yo sé que usted es como yo". Yo, con mucho miedo de lo que quisiera decir, y poniendo cara de no haber entendido le dije: "¿Como usted?" Él se dio cuenta de que yo no quería hablar del tema y se fue. Yo sabía a qué se refería, a que éramos maricas, y cómo un marica podía estar metido en el opus. La decisión la había tomado pensado que ser numerario era una "llamada de dios" -lo de la llamada de dios, o vocación, lo oye uno desde el primer contacto que tiene con el opus y sus actividades. Así que no se les haga raro que me haya sentido "llamado". Al final nadie llama, ni hay iluminaciones sobrenaturales. Simplemente uno se convence de la bondad de vivir de esa manera. Y en el fondo fondo, por lo menos en el caso de los que
Anoche me monté en el bus equivocado. En uno que iba exactamente en la dirección contraria a la que me dirijo siempre. En cualquier lugar del mundo, esto no dejaría de ser una idiotez más para contar a los amigos. Aquí no. Aquí adquiere visos colombianos. Al darme cuenta de mi error –al ver el edificio de catastro, por donde casi nunca paso–, quise bajarme. Logré esto después de un par de minutos, pues el bus iba atestado de personas. El bus paró en un lugar en la carrera 30 frente al que hay un Home Center. Desolado. Cinco segundos después de bajarme, oigo voces a mi espalda y, al mirar, veo a alguien que me grita. No le entiendo. Sólo veo que mueve un cuchillo cerca de mi espalda. Eran dos. Me pedían el celular. Yo intentaba sacarlo pero no podía. De repente, el del cuchillo empezó a pedirme la maleta. Mi reacción (no pensada) fue la de negarme a dársela. Y vino la puñalada en el brazo derecho. Dos taxistas habían parado a ver qué pasaba, e incluso uno se bajó a ayuda
Powerful gestures and expressions.
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